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Roger Chartier: sobre el futuro de las bibliotecas

Roger Chartier (1945) es un historiador de la cuarta generación de la Escuela de Annales, especializado en Historia del libro y en las ediciones literarias. Recientemente ha publicado un libro sobre Cardenio, personaje del Quijote, pie de una obra de Shakespeare, cuyo texto nunca se ha visto.

A continuación, les muestro una entrevista que el historiador ha ofrecido a ABC y la cual me parece muy interesante, puesto que hace ciertas reflexiones sobre la lectura, los autores y el futuro de las bibliotecas:

—El Quijote se traduce en 1612, tan solo siete años después de su publicación. ¿Los escritores ingleses conocían la literatura española?

—Sí, leían todas las formas de ficción que llegaban desde España, las novelas de caballerías, la literatura picaresca, Cervantes, Guzmán de Alfarache. En el siglo XVI, el castellano era la lengua más conocida entre la elite, la aristocracia y la gente culta.

—Pero en España no se conocía a Shakespeare.

—Las primeras traducciones de Shakespeare al francés son de la segunda mitad del siglo XVIII y de estas traducciones llegaron las españolas a finales de ese siglo. Es muy divertido pensar y comparar a Shakespeare con Cervantes, una gran idea, pero que no soporta las pruebas de la Historia.

—No tiene tantos seguidores como el fútbol pero la lectura no tiene tan mala salud, de hecho es milenaria.

—Sí, seguro, es así desde Mesopotamia. La representación e inscripción de nuestras necesidades, nuestros sueños, nuestras fantasías, nuestros problemas siempre sobrevivirá, lo escrito siempre ha dominado y domina toda nuestra vida. Por ello, la lectura que es la manera de descifrar lo que está escrito, tiene que sobrevivir.

—Pero hay varios tipos de lectura.

—Sí, hay que preguntarse decididamente qué es leer. La palabra lectura puede tener dentro muchas trampas y engaños. Creo que hay múltiples maneras, razones y técnicas de leer. Ante una pantalla de ordenador es muy probable que se produzca una lectura fragmentada, segmentada, una lectura que no es intensa ni intensiva, de forma que el lector solo se apodera de fragmentos. No tiene nada que ver con la lectura de siempre ligada con los géneros clásicos de la literatura, la filosofía, la historia. Hasta la misma forma del libro tradicional nos impone la percepción de su coherencia.

—¿La mutación del lector…?

—Creo que esta lectura fragmentada va a inventar en un cierto sentido una nueva textualidad.

—¿El autor corre peligro de muerte?

—Primero, debemos pensar en distinguir la comunicación electrónica y la edición electrónica. Esa comunicación sí puede acabar con el autor, son textos abiertos, el lector puede interactuar, puede entrar en ellos, cambiarlos, es en cierto modo una escritura colectiva y el nombre propio del autor puede pasar a la Historia, incluso hay autores a favor de esa intertextualidad. En cuanto a la edición electrónica existe un editor, por cierto, muy empeñado en que no exista la piratería, más que un editor impreso, existe un autor que quiere ser conocido, existe una venta… y paradójicamente creo que la edición digital debe hacer una inversión total de las categorías y prácticas que caracterizan a las nueva tecnologías.

—Nos habla usted de un emperador chino que hizo arder todos los libros anteriores a los que eran sus contemporáneos. ¿Al poder no le gustan los libros?

—Depende de los libros. Los gobernantes han usado el texto escrito como un instrumento de gobierno de propaganda, pero siempre existe la voluntad del poder sobre la escritura que puede llevar a la censura. Precisamente, la historia del libro también es la historia de la censura. Aunque frente al control del poder siempre ha existido el ingenio para publicar y hacer circular y leer muchos textos prohibidos.

—¿Las bibliotecas están llamadas a morir?

—Desde luego, sin con la digitalización uno puede acceder con un ordenador a sus fondos desde casa parecen llamadas morir. Pero al contrario de lo que piensan en Google, los anaqueles de una biblioteca sirven para que los ciudadanos puedan mantener una relación con el pasado y para la comprensión de la cultura escrita a lo largo de la Historia. En cuanto a los investigadores, no pueden abastecerse solo en Internet. Cualquier investigación necesita una dimensión sociológica, histórica, antropológica y textual, por lo que es necesario leer los textos en la forma en la que los lectores del pasado los leyeron. La materialidad del objeto, del libro, es fundamental. Creo que las bibliotecas sobrevivirán a su muerte anunciada.

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